miércoles, 29 de marzo de 2006

Mis clases de Yoga


Después de pasar muchas semanas y meses intentando tomar la determinación de volver al gimnasio y hacer algo por mi salud y por mi forma física, llegue a un acuerdo conmigo misma.

Si, leyeron bien, “forma física” esa que después de los 30 empieza a cobrarnos los intereses acumulados de los excesos cometidos en las dos décadas pasadas, incluidos por supuesto los excesos de comida chatarra ingeridos en el quinquenio universitario, los excesos alcohólicos bien pagados con nuestros primeros sueldos como profesionales y todos aquellos excesos que nuestra memoria selectiva nos haga recordar.

Pues bien, llegó el momento y me decidí a hacer yoga. A veces en el medio de la clase hasta una media sonrisa se dibuja en mis labios de pensar en lo ingenua que fui al escoger estas clases y que nada tienen que envidiarle a los dolores musculares y esfuerzo físico experimentado en una sesión extrema de spinning en la que crees desfallecer o una de esas clases de taebo en la que tienes que pensar en tu jefe(a) para sentir la ira que te permita seguir rompiendo narices y dando patadas al estomago de tus enemigos imaginarios.

Pues sí, estas clases tan aparentemente apacibles, conllevan un esfuerzo físico bárbaro, pero como recompensa te deja una paz espiritual y te permite una conexión con tu ser que ningún gimnasio te permite. Bueno, pensándolo bien, la paz espiritual en el gimnasio la experimentas (dependiendo de tu constancia y mil otros factores adicionales que no vienen al caso ahora) el día que te ves en el espejo lo buena que estás.

"La historia del Rey Transparente"


Hace pocos días leía uno de los artículos de Mónica Montañés en el cual recomendaba ampliamente el Libro “La historia del rey transparente” de Rosa Montero, una escritora española, hasta ese momento desconocida para mí.

Como soy fanática de las historias de Mónica y de alguna manera si ella recomendaba el libro asumía que podía ser bueno, decidí comprarlo, y pues tengo que confesar que fue una experiencia extraordinaria, nunca antes en mi vida un libro me había atrapado de semejante forma.

Estuve completamente absorta no solo leyendo la historia sino de alguna manera viviendola, sí, porque son de ese tipo de historias que se viven en cada párrafo sin poder separarte del libro; les digo que son más de 500 páginas y con avidez lo devoré en escasos tres días. No quisiera darles mucho detalle del libro, pero les doy algunas ideas básicas a ver si se animan a leerlo.

La historia transcurre en el convulsionado siglo XII y está basada en las aventuras de Leola quien después de haber quedado sin familia, ya que su padre y hermano fueron llevados a combatir, decide robar una armadura de un guerrero muerto en combate. Es así como empieza a vivir debajo de esa armadura, afrontando todos los riesgos y aventuras que esto conlleva. Es así como vemos transcurrir las dos cruzadas más importantes, las atrocidades de la inquisición, los reales motivos que generaron estas batallas que parecían no tener fin, y tambien vemos a una Leonor de Aquitania contada desde una perspectiva que para mí como mujer me parece admirable. Estos son algunos de los temas que despertaron mayor interés en mí, en especial por conocer más de esa época del medioevo. Incluso he decidido volverla a leer porque las reflexiones entre líneas son muchas e intensas... Hay especialmente una reflexión que me marcó: " Nadie ha ganado jamás una guerra defendiéndose. Para vencer hay que atacar".

Recomiendo esta historia ya que podemos percibir ese siglo XII y principios del XIII desde un punto de vista humano e histórico, corroborando que lo que movió a esa época sigue teniendo en gran parte vigencia con el mundo en el que actualmente vivimos.

Para los que viven en Venezuela, les cuento que lo pueden conseguir en Tecniciencias.